En el oriente antioqueño se puede observar un fenómeno peculiar, las personas más adineradas de la región, compran terrenos muy extensos y hacen casas inmensas con el fin de ser la panacea del espacio habitable; únicamente para vacacionar o pasar un par de fines de semana al año. Así, estas paredes son alzadas solo para una funcionalidad vacía, la del ocio, esto no permite habitar ni llegar al «ser». El poseer dificulta la conversión de la casa en hogar y por consiguiente crea experiencias leves y masticadas de los lugares, aportando poco o casi nada a nuestra expansión del yo y transformando a estas grandes colecciones de ladrillos en sujetos desolados dentro del paisaje.